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lunes, 13 de diciembre de 2010

La imaginación para acallar la memoria


A fuerza de repetirlo una y otra vez, los narradores que antes, o paralelamente, fueron periodistas, han conseguido despejar las dudas de los entrevistadores sobre que se pueda ejercer los dos oficios a la vez o no tener que andar siempre explicando las fronteras entre uno y otro. Eso por no mencionar cuando les pedíamos que eligieran uno con el que quedarse en una situación extrema. Haber superado el binomio literatura-periodismo resulta un avance significativo cuando el libro sobre el que vamos a hablar nació de los testimonios recogidos por un periodista que entendió, como buen escritor, que el relato, en el que conjuga la realidad y la imaginación, era el género más apropiado para contar estas experiencias. Porque Francisco Javier Sancho Más es periodista -colaborador habitual de medios españoles y latinoamericanos-, ha sido cooperante -coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina, responsable de información de Médicos sin Fronteras- y profesor de Comunicación y Humanidades.

‘Si estuvieras aquí’ es el fruto de las numerosas entrevistas que fue haciendo a personas que habían vivido durante los años 80 “procesos de transformación individual profunda, y a otras que jugaron un papel en cambios sociales considerables, como las revolución de Centroamérica”, como él mismo explica en el prólogo. Y que, de alguna forma, fracasaron. En todas ellas, ese panorama socio-político aparece de telón de fondo, reducido en algunos casos a un par de líneas que sirven de contexto pero también de detonante de algunas de las situaciones. Guerras, terremotos, maras, intelectuales vinculados con el poder… contextos reales, pero que no son específicos de ninguna sociedad. Los relatos hablan sobre la respuesta a esas situaciones, la percepción de esas vivencias y la necesidad, finalmente, de recurrir a la imaginación para variar esa percepción, para crearse otra realidad. Para poder superarlas y vivir.

Una mujer que, pese al paso de los años, no consigue olvidar a su primer gran amor; una niña que es violada por su padre y su forma de enajenarse; el egoísmo de determinados intelectuales que terminan aislándose y menospreciando su entorno, son algunas de las situaciones retratadas. La memoria, los recuerdos, la ausencia… son el hilo narrativo que recorre la obra, incluídos el título y la dedicatoria -A Marisa, como si estuvieras aquí-. El autor lo explica así “Los relatos de este libro se basan en hechos reales, si por real se entiende el poso que dejan las vivencias en la memoria. De las dos no hay que fiarse demasiado”. Memorias, recuerdos tan pesados que ni siquiera permiten a lo largo de los años que nuevos actores aparezcan en la vida de estas personas: “Fue entonces cuando apareció Camilo y todo lo demás. Aguardaba en un escaparate o en algo transparente como el viento. Aún debía volver al apartamento cargando con su recuerdo…”.El desgarro de la imposibilidad del olvido.

Sancho Más vive desde hace años entre España y Nicaragua. Será por eso que este andaluz ha escrito un libro con un léxico castellano y un ritmo y estilo narrativo latinoamericanos. Pero, sobre todo, lo que es probable que le deba a la tradición literaria sudamericana sea la capacidad de profundizar en los sentimientos con libertad, sin caer en lo cursi ni en lugares comunes. Sentimientos que se convierten en muchos casos en cárceles. Y a los que hay que engañar con recuerdos inventados.

En un artículo de opinión que escribió en el periódico nicaraguense El nuevo diario descubrimos que la reinvención a partir de la imaginación como tabla salvavidas es habitual en las preocupaciones de este autor. En El secreto de una mujer, una historia impresionante sobre una víctima del conflicto colombiano, Sancho Más reflexiona: “(Ella) no tenía otra salida que inventarse. Dicen que a veces, es una manera de huir de la realidad. Yo no lo tengo tan claro, sobre todo cuando la realidad no da tregua. Entonces, no hay otro recurso que la imaginación, y en este caso imaginarse que te enamoras de nuevo de una persona, de un sueño, de una visión, puede ser tan sincero, tan real, como la otra realidad que te desarma. ¿Es verdad o mentira? El caso es que ese sobreenamoramiento le ayudó a seguir viviendo. ¿Y qué es entonces la verdad?”. En la presentación del libro en la web de Intermón Oxfam, coeditora junto a la Editorial Icaria, Sancho Más define la imaginación como “la base de todas las transformaciones. No hay nada nuevo que se cree si no hubo antes alguien, a veces un loco, que se lo imaginó primero”.

De los siete relatos, seis están protagonizados por mujeres. La razón nos la explica vía mail: “No sabría decirte por qué aunque se me ocurren muchas respuestas. La primera es que el primer relato que escribí de este libro (Alicia entre dos espejos), ya tenía la voz de una mujer, adolescente. Empecé a escribirlo cuando me llamaron de un hospital por el caso de una niña de nueve años que habían violado. Cuando llegué la niña… lo único que decía era que quería una muñeca “nueva, que se pareciese a ella”. Eso era de noche, en Managua y a esa hora buscar una muñeca que se pareciese a ella, que era morena, imagínate. Sólo encontré barbies y parecidas. Al final di con una peliroja y … El caso es que esa niña no parecía haber sufrido lo que había sufrido, estaba como intacta, sólo en apariencia, sí, pero entonces imaginé que también tenía la facultad de regenerar su himen como la niña del relato. Además había leído en un libro de anécdotas de medicina un caso similar. Y el segundo relato que escribí, ‘Si estuvieras aquí’ fue a raíz de una mujer que encontré en el aeropuerto de Miami con una foto de un cachito de su casa entre las manos. Y por lo demás, creo que la gente que he visto en varios lugares que han sufrido todos los abusos posibles, pero que echan a andar con más valentía, y con más imaginación –y hasta límites en los que la imaginación trasnforma ciertas áreas de la realidad que viven–, son mujeres más que hombres. Y por último, la mayoría de los hombres que perdieron buena parte de sus ideales, sueños, etcétera, en el camino, las cosas que recordaban con más pureza todavía tenían que ver con mujeres que habían amado, o con las que habían tenido algo en común en algún momento. Su recuerdo o su pérdida aún les marcaba”.

Una novela que nos explica cómo para borrar el dolor, a menudo tenemos que tirar de la imaginación.

http://periodismohumano.com/culturas/la-imaginacion-para-acallar-a-la-memoria.html

lunes, 9 de noviembre de 2009

El sepia de los recuerdos

Cuando me dispuse a buscar las fotos y abrí el viejo álbum familiar, un remolino de recuerdos se suscitó en mi memoria adormecida por el olvido. Y pensé: el tiempo hace su trabajo. Después me atacó una podrida nostalgia con lo perdido e irrecuperable de ese pasado. Y volví a pensar en aquella frase de lugar común: todo tiempo pasado fue mejor, mientras veía fotos de un entierro cuando yo todavía no estaba en el plan cósmico de la existencia.

El encuentro de esas imágenes ajenas, me puso en la evidencia de la dinámica vital: nacemos, crecemos y un día sorpresivo, nos morimos.

Son retratos de recuerdos: mi madre muy joven, aún adolescente en su primera comunión. En otro retrato ella está al lado de una amiga de adolescencia. Después aparece un tío que fue policía en la acción de montarse en su bicicleta de dotación oficial.

La foto del entierro que abre el álbum familiar; me hizo pensar en un tiempo muerto y ajeno, es del esposo de mi madre, don Miguel Hernández; y por supuesto, quien no fue mi padre, un señor ya legendario en la familia cuya sangre fluye en dos hijos varones, mis hermanos mayores.

Y llegué a la época cuando ya había nacido. Estoy en una foto aún bebé, en brazos de mi hermano mayor, quien me da un beso en la cabeza. Pienso lo entrañable de la foto. Pienso en mi hermano mayor, que la vida lo volvió un ser tan extraño y mezquino.

En general, las fotos cumplen la función de retratar esos instantes que perduran para suscitarnos nostalgia y nos recuerdan cómo éramos físicamente, conservando los rasgos característicos que no perdemos y llevamos hasta la muerte.

También, las fotos me suscitaron la época histórica que se atravesaba y descubrí que su paso es inexorable y no respeta a nadie.

Suelo decir que el viento es viejo y aún sopla. Además, me hace recordar un viejo chiste: estoy como un mueble fino: muy acabado.