lunes, 16 de noviembre de 2009

De vieja data...

II

Me siento en el borde mi balcón a amasar tu ausencia.
¿Qué hacer con ella?
¿Se la daré a los pájaros que pasan volando frente a mi?
¿La lanzo a la gente que pasa bajo mis pies a ver si despiertan?
¿La uso de abono con las plantas del vecino del piso de abajo?
¿La embarro en una camisa y la meto a lavar?
¿O la mezclo con el café en polvo y me la bebo a sorbos?
Me siento en el borde de mi balcón a amasar tu ausencia y ella rebelde se escapa,
Se me escurre entre los dedos y se queda quieta bajo la planta de mis pies,
No se mueve.

La intento patear en un desesperado momento
Pero ella terca, insiste, me muestra la lengua y la veo correr
Hacia mi habitación donde se escuchan los ruidos de la soledad.

Permanezco sentado en mi balcón.
Sé que debo regresar al interior de mi apartamento,
que debo transitar hasta mi cuarto,
que he de enfrentarme al silencio de mi colchón
y la silla y el escritorio y mis libros,
llenos de palabras que no se dicen.

Sin embargo, permanezco sentado en mi balcón
con la absurda esperanza de verte virar en la esquina,
Por un milagro que no entendería,
sonreírme a lo lejos,
Con esos labios que saben dulce,
Mirarme con inquietud,
Con esos ojos de amplia profundidad,
Lagunas oscuras donde me sumerjo a menudo.

Permanezco sentado en mi balcón y nada pasa.
La luz tenue de un atardecer se extiende por los edificios,
Tu ausencia ríe a carcajadas desde la habitación y
Mis ojos se cierran, en busca de la imaginación, para inventarte,
como suelo hacer en estos casos.

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